Durante el verano de 2020, Mario Vargas Llosa recibió un diagnóstico que marcaría los últimos cinco años de su vida: sufría una enfermedad incurable. Lejos de hacerlo público, el Nobel de Literatura optó por un camino íntimo, discreto, donde la escritura, los libros y su entorno más cercano tomaron un nuevo significado. La noticia, revelada por El País este 15 de abril, añade una dimensión inesperada a la última etapa del autor, marcada por su reconciliación con su familia y el adiós definitivo a su vínculo con Isabel Preysler.
Por aquel entonces, Vargas Llosa residía en Madrid junto a Preysler, con quien mantenía una relación desde 2015. Sin embargo, el diagnóstico le llevó a dar un paso inesperado: escribir a sus tres hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana, para compartir la noticia. Aquella carta, emotiva y directa, rompió el hielo de una relación que se había enfriado tras su separación de Patricia Llosa. Fue, en cierto modo, una llamada de regreso al núcleo familiar, una forma de reconciliación impulsada por la vulnerabilidad.

A pesar del avance de la enfermedad, el escritor decidió mantener su rutina. Continuó escribiendo a diario, haciendo ejercicio cada mañana y leyendo por las tardes. Sus viajes con Preysler no cesaron, y ni siquiera sus frecuentes visitas médicas hicieron sospechar que algo grave ocurría. En 2021, incluso ingresó durante tres semanas en una clínica de Marbella para someterse a un estricto régimen de ayuno. Todo, bajo una aparente normalidad.
El deterioro físico fue ganando terreno, y en abril de 2022 fue hospitalizado por primera vez. La versión oficial, dada por su hijo Álvaro, fue que se trataba de COVID. No obstante, poco después terminó su relación con Preysler y regresó definitivamente al seno de su familia. Volvió a compartir espacio con Patricia, su esposa durante décadas, y se rodeó del afecto de sus hijos y nietos. Ya instalado de nuevo en Lima, su ciudad, el autor recuperó parte de su calma, pese a los avances de la dolencia.

Su vida pública se redujo, pero aún tuvo tiempo de recibir un gran reconocimiento internacional: su ingreso en la Academia Francesa, un hito reservado para los grandes de las letras. Publicó su última novela, Le dedico mi silencio, y escribió sus últimos artículos antes de despedirse también del periodismo.
Mario Vargas Llosa falleció el 14 de abril de 2025. Pocos días antes había celebrado su cumpleaños número 89, rodeado de familia y amigos. La memoria comenzaba a traicionarle, pero no su vocación. En palabras recogidas por El País, quería ser recordado no por su final, sino por haber vivido y escrito con intensidad. Porque nunca, ni siquiera en la enfermedad, dejó de creer que la literatura era su forma de estar vivo.