
Bajo los focos, una sombra invisible
Detrás de la figura tranquila y admirada de Andrés Iniesta, símbolo del fútbol español, se escondía un malestar silencioso. En sus memorias La mente también juega, el exfutbolista revela que, mientras el mundo celebraba sus logros, él convivía con una tristeza inexplicable que le fue invadiendo poco a poco.

El año en que todo cambió sin avisar
Corría el año 2009 y, aunque profesionalmente atravesaba uno de sus mejores momentos, Iniesta comenzó a notar un peso extraño. “Te sientes mal sin entender por qué”, escribe. Los días pasaban sin mejora y la incomodidad crecía, como si algo profundo se estuviera desajustando por dentro.

Pruebas médicas sin respuestas
Como es habitual en estos casos, acudió a especialistas para descartar problemas físicos. El resultado fue desconcertante: todo parecía estar bien. Esa falta de respuestas no hizo sino aumentar su angustia, alimentando un círculo vicioso de dudas, ansiedad y miedo.

La vida pública como disfraz
A pesar del sufrimiento interior, la rutina no se detenía. Iniesta mantuvo su presencia ante las cámaras y sobre el césped, pero lo que mostraba no era real. Llevaba una vida paralela, una fachada, mientras en su interior se libraba una batalla silenciosa que pocos, si acaso alguien, conocían.

Lágrimas que no tenían testigos
Había momentos en que la tensión se volvía insoportable. El lugar más seguro para liberar lo que sentía era la intimidad del cuarto de baño. Allí, bajo el agua, encontraba un breve alivio a través del llanto. Solo, sin que nadie le viera. Un acto pequeño, pero necesario.

La pérdida de un amigo, el golpe más duro
Cuando apenas empezaba a comprender lo que le ocurría, la noticia del fallecimiento de su compañero y amigo Dani Jarque le dejó hundido. Ese momento marcó un punto de inflexión. El dolor se profundizó y la oscuridad emocional pareció no tener fondo durante una temporada.

El amor que le devolvió el aire
En medio de esa etapa tan compleja, Iniesta encontró un apoyo decisivo: Anna, su actual esposa. “Me resucitó”, afirma sin titubeos. Su relación fue un punto de luz inesperado, un refugio emocional que le ayudó a reencontrarse con la ilusión y la esperanza.

El balón como guía en la oscuridad
El fútbol, su gran pasión, también cumplió un papel esencial. Aunque la depresión le quitaba energía, jamás dejó de ir a entrenar. Ese acto cotidiano, a veces automático, representaba una pequeña victoria diaria, una señal de que no se rendía del todo.

Una lucha que también fue química
Como parte del proceso de recuperación, recurrió a la medicación. Reconoce que los primeros pasos con el tratamiento fueron intensos, pero necesarios. Sentirse capaz de calzarse las botas y salir al campo era, para él, un triunfo tan grande como cualquier trofeo.

Una historia que también inspira
Hoy, con la perspectiva del tiempo, Iniesta comparte su vivencia para que otros no sientan vergüenza de pedir ayuda. La mente también juega no solo es el título de su libro, sino una invitación a mirar más allá del éxito aparente y entender que la salud mental también se defiende, incluso en silencio.