La Casa Real española despide a una de las figuras más discretas pero más relevantes de su intrahistoria. Gaudencio Fernández, quien fuera chófer personal del rey Juan Carlos I y uno de los hombres de su máxima confianza durante más de medio siglo, ha fallecido a los 101 años, según adelantó la revista ¡HOLA!. Su muerte se produce en un fin de semana especialmente triste para la Familia Real, que también ha afrontado el fallecimiento de Tatiana Radziwill, amiga íntima de la reina Sofía.

Un vínculo que comenzó cuando Juan Carlos tenía 17 años
Gaudencio Fernández nació en Villalán de Campos (Valladolid) y entró al servicio de Juan Carlos cuando este tenía apenas 17 años y acababa de ingresar en la Academia Militar de Zaragoza. Desde ese momento, su vida quedó ligada de forma inseparable a la del entonces Príncipe y futuro Rey. Durante 53 años, Fernández fue mucho más que un conductor: acompañó al monarca en desplazamientos oficiales y privados, dentro y fuera de España, convirtiéndose en un testigo privilegiado de la vida institucional y personal del jefe del Estado.
Su cercanía era tal que vivió 48 años en el Palacio de la Zarzuela junto a su esposa e hijas, formando parte del núcleo más estable y discreto del entorno del Rey.
Invitado a la boda real y presente en momentos íntimos
El vínculo entre ambos trascendió lo profesional. Juan Carlos I lo apreciaba tanto que lo invitó a su boda con la reina Sofía, celebrada en Atenas en 1962, un gesto excepcional hacia un miembro del personal de servicio.
Fernández también estuvo presente en momentos íntimos de la familia: fue él quien llevó a la reina Sofía al hospital en los nacimientos de sus tres hijos. Su relación con los entonces príncipes Felipe, Elena y Cristina también fue cercana.
Jubilación en 1989, pero nunca lejos de Zarzuela
Gaudencio Fernández se jubiló oficialmente en 1989, a los 65 años, pero el rey Juan Carlos pidió expresamente que siguiera vinculado a la Casa Real como responsable del mantenimiento de los vehículos de Zarzuela, un puesto que desempeñó con la misma discreción y lealtad que lo habían caracterizado siempre. Incluso tras su retirada, mantuvo el contacto con la familia, intercambiando felicitaciones y mensajes en fechas señaladas, según relatan fuentes cercanas.
Un servidor leal hasta el final
Quienes lo conocieron destacan su discreción absoluta, su profesionalidad y su lealtad inquebrantable. A pesar de haber sido testigo de décadas de vida privada y pública del monarca, nunca traicionó la confianza depositada en él.
Su muerte supone la desaparición de una figura clave en la historia silenciosa de la Corona: un hombre que acompañó al rey Juan Carlos desde su juventud hasta su madurez, que vivió desde dentro los momentos decisivos de la monarquía española y que hizo de la lealtad su forma de vida.