Considerado uno de los actores más brillantes y meticulosos de su generación, Daniel Day-Lewis sorprendió al mundo en 2017 al anunciar su retirada definitiva del cine tras el rodaje de El hilo invisible, dirigida por Paul Thomas Anderson. Aunque en aquel momento el comunicado fue escueto y dejaba claro que se trataba de una decisión “privada”, con el paso del tiempo el actor ha compartido más detalles sobre los motivos que le llevaron a dar ese paso.

Day-Lewis, conocido por su extrema dedicación a cada papel —llegando a vivir como sus personajes durante meses—, confesó que el proceso creativo que tanto le apasionaba empezó a dejarle una sensación de vacío emocional. En sus propias palabras: “Siempre he sentido que el trabajo me regeneraba, que al terminar una película, por muy exigente que fuera, algo en mí se renovaba. Pero con El hilo invisible esa regeneración no llegó. Me sentí agotado, como si algo se hubiera roto”.
Además del desgaste emocional, el actor británico reconoció que nunca se sintió cómodo con la exposición pública que conlleva la fama. Las entrevistas, las alfombras rojas, la presión mediática… todo ello le resultaba ajeno y, en ocasiones, invasivo. Su carácter reservado y su necesidad de vivir con cierta distancia del foco mediático fueron factores clave en su decisión.
Durante estos años de retiro, Day-Lewis ha mantenido un perfil bajo, alejado de los platós y centrado en su vida personal. Sin embargo, en 2025 ha decidido volver a la interpretación, aunque de forma muy puntual y por una razón profundamente íntima: participar en la película Anemone, dirigida por su hijo Ronan Day-Lewis. “Me entristecía pensar que mi hijo seguiría haciendo películas y yo me alejaba de eso. Pensé que sería hermoso hacer algo juntos”, explicó en una entrevista reciente.
Este regreso no implica una vuelta definitiva a la actuación, sino más bien un gesto de amor y complicidad familiar. Anemone, que se estrenará en octubre, ha despertado una gran expectación no solo por el reencuentro del actor con la gran pantalla, sino por el simbolismo que encierra este proyecto.
Daniel Day-Lewis sigue siendo, incluso en su silencio, una figura admirada por su integridad artística y su capacidad para desaparecer en cada personaje. Su retirada fue un acto de honestidad consigo mismo, y su regreso, una celebración de los vínculos que trascienden el arte.