Lo que debía ser una jornada tranquila previa a la final de la Copa del Rey ha estallado en un conflicto de dimensiones inéditas. El foco ha dejado de estar en el balón para girar bruscamente hacia el estamento arbitral, tras una comparecencia pública de los colegiados designados para el Clásico entre Real Madrid y Barcelona. De Burgos Bengoetxea y González Fuertes, árbitro de campo y responsable del VAR respectivamente, ofrecieron unas declaraciones que han sacudido la antesala del partido.
El Real Madrid, sorprendido y visiblemente molesto, ha solicitado formalmente a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) la sustitución de ambos colegiados. El club considera que, tras sus intervenciones, los árbitros han perdido la imparcialidad necesaria para dirigir un partido de tal calibre. “Están incapacitados”, aseguran desde el entorno blanco, apelando al principio de neutralidad que rige la competición.

Durante la rueda de prensa, De Burgos Bengoetxea llegó a emocionarse al relatar cómo su hijo sufre comentarios en el colegio a raíz de su labor arbitral. Su emotivo testimonio no ocultó, sin embargo, una clara crítica a las campañas de presión —según él— dirigidas desde ciertos sectores. Aunque no mencionó explícitamente al Real Madrid, las alusiones eran evidentes. González Fuertes, por su parte, fue aún más contundente al advertir que “no se va a seguir permitiendo lo que está ocurriendo”, prometiendo medidas en un futuro próximo.
Para el Real Madrid, estas palabras suponen un claro conflicto de intereses. Fuentes del club consideran que los colegiados han vulnerado su deber de discreción al cargar públicamente, aunque de forma velada, contra un participante de la final. Desde la institución blanca subrayan que, independientemente de las emociones personales, los árbitros deben mantenerse fuera del debate mediático, sobre todo en vísperas de un encuentro tan determinante.
La petición del Real Madrid pone a la RFEF en una posición comprometida. Si decide mantener a los árbitros, se arriesga a alimentar la narrativa de parcialidad. Si accede a cambiarlos, sentaría un precedente inédito y podría interpretarse como una cesión ante la presión de los clubes. La decisión, sea cual sea, tendrá consecuencias que irán más allá del partido de este sábado.
Lo que debería ser una fiesta del fútbol entre dos colosos se ha visto empañado por la tensión institucional. La polémica arbitral ha desplazado la atención de aspectos deportivos como el estado de forma de Vinicius, el papel de Lewandowski o el planteamiento táctico de los entrenadores.
Esta tormenta no surge de la nada. En los últimos meses, la relación entre el Real Madrid y el colectivo arbitral se ha deteriorado, con críticas públicas, vídeos en redes sociales y un tono cada vez más beligerante por parte del club blanco. La rueda de prensa de los colegiados parece haber sido una respuesta —emocional y profesional— a esa presión constante.

La intervención de los árbitros ha introducido un componente personal que enrarece aún más el ambiente. Al compartir vivencias íntimas, como el sufrimiento familiar, los colegiados han humanizado su labor, pero también han traspasado una línea que los expone y los vincula emocionalmente con el conflicto.
Con la tensión instalada y la confianza quebrada, cabe preguntarse si las condiciones para disputar una final justa siguen presentes. Aunque el fútbol es pasión, necesita reglas claras y figuras de autoridad respetadas. Cuando estas se tambalean, el espectáculo se resiente.
A falta de que ruede el balón en La Cartuja, el partido ya ha escrito su primer capítulo, uno marcado por la controversia. Sea cual sea el resultado, esta final quedará en la memoria no por un gol o una jugada decisiva, sino por el pulso entre un club poderoso y los jueces del juego.