En una época en la que la televisión española tenía pocos canales y las emisiones eran limitadas, un hombre logró hacer de la fauna ibérica un espectáculo de masas. Félix Rodríguez de la Fuente no solo acercó a los hogares españoles la majestuosidad de lobos, águilas y linces, sino que transmitió un profundo respeto por la naturaleza. A 45 años de su muerte, su legado sigue vivo en cada rincón de nuestros montes y en la memoria de aquellos que crecieron con su voz inconfundible.
Si algo caracterizaba a Rodríguez de la Fuente era su capacidad para narrar historias. Con una prosodia impecable y un entusiasmo contagioso, conseguía que el espectador sintiera la emoción de la caza de un lobo o la valentía de un halcón en pleno vuelo. Se dice que Joaquín Soler Serrano, una de las voces más respetadas del periodismo de la época, propuso su ingreso en la Real Academia Española por su maestría en el uso del idioma.

Su programa «El hombre y la Tierra» inspiró a miles de jóvenes. En 1983, se calculaba que un 70% de los estudiantes de biología habían elegido su carrera gracias a su influencia. Gracias a su labor, muchos comprendieron el valor de la biodiversidad y la importancia de preservar los ecosistemas naturales.
Durante los años 70, su popularidad era inmensa. Encuestas de la época reflejan que era el personaje más conocido de España, solo superado por el entonces jefe de Estado. Con solo dos cadenas de televisión y una audiencia cautiva, millones de espectadores seguían sus documentales, que se convertían en verdaderos eventos televisivos.
Nacido en Poza de la Sal (Burgos) en 1928, su infancia estuvo marcada por la libertad del campo y la observación de los animales. Aunque estudió medicina, su pasión siempre fueron los animales. Su memoria prodigiosa le permitió destacar como orador, una habilidad que lo llevó a convertirse en el mejor embajador de la fauna ibérica.

Su carrera como divulgador comenzó con la cetrería, una práctica que ayudó a recuperar en España. En 1964, el gobierno le encargó la captura de halcones para el rey Saúd de Arabia Saudita, lo que le abrió las puertas del documentalismo. Su primer trabajo audiovisual, «Señores del espacio», marcó el inicio de su carrera en televisión.
Uno de sus mayores retos fue cambiar la percepción del lobo ibérico. En una época en la que este animal era considerado una amenaza, Rodríguez de la Fuente lo mostró como un ser noble y fundamental para el equilibrio ecológico. Su convivencia con una manada de lobos en Guadalajara fue legendaria y contribuyó a la protección de la especie en España.
Su primera aparición en televisión fue breve, pero suficiente para capturar la atención del público. A partir de ahí, programas como «Fauna», «Planeta azul» y, por supuesto, «El hombre y la Tierra» lo convirtieron en un referente internacional de la divulgación científica y ambiental.

Rodríguez de la Fuente también tuvo un papel clave en la protección de especies amenazadas y en la creación de espacios naturales protegidos. Su trabajo ayudó a salvar al lince ibérico, al oso pardo y a numerosas aves rapaces, dejando una huella imborrable en la conservación de la naturaleza en España.
El 14 de marzo de 1980, en su 52 cumpleaños, Rodríguez de la Fuente perdió la vida en un accidente aéreo en Alaska mientras filmaba una carrera de trineos. Poco antes de subir a la avioneta, comentó: «Qué lugar más hermoso para morir». Con su partida, España perdió a su mayor defensor de la naturaleza, pero su legado sigue vivo en cada documental, en cada reserva natural y en cada persona que, gracias a él, aprendió a amar la vida salvaje.