Tradición textil peruana y alta costura europea: así fue la boda de Micaela Belmont y Fernando Palazuelo en Cáceres

La ceremonia religiosa tuvo lugar en la iglesia de Santiago, uno de los templos más emblemáticos del casco histórico, con más de 250 invitados procedentes de España y Latinoamérica, incluidos la hermana del novio Sofía Palazuelo y su marido, Fernando Fitz James Stuart y Solis.

La Iglesia de Santiago de Cáceres, situada en pleno casco histórico de la ciudad, es uno de los templos más representativos del gótico tardío en Extremadura. Construida entre los siglos XV y XVI, destaca por su estructura sobria de una sola nave, su portada con arco apuntado y su retablo mayor renacentista, atribuido al escultor Alonso de Berruguete. En su interior se conservan elementos de gran valor artístico, como la imagen de Santiago Matamoros, patrón de la ciudad, y diversas piezas de orfebrería litúrgica. Su ubicación privilegiada, junto a palacios y calles empedradas, la convierte en un enclave habitual para celebraciones religiosas de alto perfil, como bodas vinculadas a la nobleza y actos institucionales. La iglesia forma parte del conjunto monumental de Cáceres, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986.

La novia llegó del brazo de su hermano, Rafael Belmont Álvarez-Calderón, en ausencia de su padre, el empresario Rafael Belmont, fallecido hace seis años.

Micaela lució un vestido de inspiración andina, confeccionado en tejido trenzado artesanal con bordados en relieve, cuello cerrado, mangas largas y un cut-out geométrico en el pecho.

El vestido fue una creación de la diseñadora peruana Ani Álvarez Calderón, reconocida por integrar técnicas ancestrales en piezas contemporáneas. El diseño estaba inspirado en los trenzados andinos, con una capa exterior de flecos plateados que aportaba volumen y movimiento, sobre un vestido base en crepé de seda blanco firmado por el diseñador holandés Jan Taminiau. Esta combinación de sobreprenda artesanal y estructura de alta costura reflejaba un homenaje a las raíces peruanas de la actriz, con una estética sofisticada y profundamente simbólica.

El diseño, en tono marfil con reflejos plateados, se completaba con un ramo de lirios blancos.

Completaba el look nupcial un moño bajo pulido y maquillaje natural, en una propuesta que conjugaba solemnidad, herencia cultural y elegancia contemporánea.

El velo era ligero, de caída suave, que acompañaba discretamente el conjunto sin competir con la riqueza del vestido. Se trataba de una pieza sutil y etérea, pensada para no sobrecargar el estilismo, ya que el protagonismo recaía en la capa trenzada y los flecos del diseño nupcial. El velo se sujetaba con una peineta de diamantes, aportando un toque de brillo refinado al recogido bajo de la novia, que también evocaba las técnicas textiles del vestido. El conjunto transmitía una elegancia serena, con guiños a la tradición y una estética contemporánea muy cuidada.

Fernando Palazuelo, por su parte, vistió un chaqué clásico con levita negra, chaleco beige, camisa blanca y corbata gris, acompañado por su madre, Sofía Barroso. La familia Palazuelo-Barroso, conocida por su discreción y vinculación con el patrimonio histórico, recibió a los invitados en un ambiente de sobriedad y sofisticación

Entre los asistentes destacaron figuras de la aristocracia española como la hermana del novio, Sofía Palazuelo, y su marido Fernando Fitz-James Stuart y Solís, duques de Huéscar, además de Ágatha Ruiz de la Prada y su hijo Tristán Ramírez, Piru Urquijo, abuela de Teresa Urquijo, y Patricia Llosa, exesposa de Mario Vargas Llosa. La presencia de personalidades del mundo cultural, empresarial y político reforzó el carácter internacional del evento.

Sofía Palazuelo, duquesa de Huéscar, reafirmó su elegancia serena en la boda de su hermano con un vestido midi efecto wrap dress en tono camel, firmado por Jan Taminiau, que destacaba por su caída fluida, escote en pico y un lazo satinado azul marino que marcaba sutilmente la cintura. El diseño, perfecto para el entretiempo, conjugaba sobriedad cromática y sofisticación estructural, en sintonía con el entorno patrimonial de Cáceres.

Completó el conjunto con sandalias de tiras al tobillo, bolso metalizado en tonos marrones y dorados y pendientes colgantes, aportando luz sin romper la armonía. El toque protagonista fue su pamela de rafia natural, colocada con inclinación lateral, que aportaba volumen y elegancia protocolaria. Su recogido bajo desenfadado y el maquillaje en tonos rosados cerraban un estilismo impecable, equilibrado entre clasicismo y modernidad

Tras la ceremonia, los invitados se trasladaron al Palacio de Godoy, un edificio renacentista del siglo XVI rehabilitado por el propio Palazuelo y convertido en hotel de lujo bajo la marca Hilton. Allí tuvo lugar el banquete y la celebración posterior, con una puesta en escena que fusionaba gastronomía mediterránea y peruana, decoración floral blanca, velas, y actuaciones en directo, incluyendo una danza folklórica peruana como bienvenida.

La boda no sólo celebró la unión de dos personas, sino también la de dos culturas. Micaela Belmont, conocida por su trabajo en televisión y teatro en Perú, ha mantenido una trayectoria discreta entre Lima y Madrid. Su apuesta por un vestido con referencias a sus raíces y una estética sobria reafirmó su perfil como figura pública con sensibilidad artística y respeto por la tradición.

Fernando Palazuelo, además de su vínculo familiar con la Casa de Alba, ha sido impulsor de proyectos de rehabilitación patrimonial en España, como el propio Palacio de Godoy. Su visión empresarial y su apuesta por el turismo cultural han convertido su boda en un acontecimiento con proyección institucional y mediática.

La celebración se prolongó hasta la madrugada, con momentos de baile, reencuentros familiares y una atmósfera de elegancia relajada. El enlace Palazuelo-Belmont quedará como uno de los hitos sociales del año, por su capacidad de unir historia, estilo y proyección internacional en un marco patrimonial de excepción.