Fernanda Casiraghi, madre del fallecido empresario Stéfano Casiraghi y exsuegra de Carolina de Mónaco, murió este fin de semana a pocos días de cumplir 100 años. La noticia, confirmada por su hijo Marco Casiraghi al Corriere della Sera, destaca la figura de una mujer que vivió entre grandes alegrías y tragedias personales. Según Marco, Fernanda falleció rodeada de su familia en su villa en Fino Mornasco, cerca del lago de Como, dejando un legado imborrable para sus seres queridos.
La vida de Fernanda Casiraghi estuvo marcada por momentos de profunda felicidad, como su matrimonio con el empresario Giancarlo Casiraghi y el nacimiento de sus cuatro hijos: Marco, Daniele, Stefano y Rosalba. Sin embargo, también enfrentó pruebas difíciles, como la pérdida de su hijo Stefano en 1990. “Mi madre vivió en tiempos de guerra, enfrentando con valentía las espinas de la vida. Nos deja ejemplos y recuerdos que nunca olvidaremos”, declaró su hijo Marco.
La tragedia que marcó a la familia ocurrió el 3 de octubre de 1990, cuando Stefano perdió la vida en un accidente en aguas de Montecarlo mientras competía en una carrera de off-shore. Tenía apenas 30 años. Este episodio no solo devastó a Fernanda, sino también a Carolina de Mónaco, quien quedó viuda con tres hijos pequeños: Andrea, Carlota y Pierre. A pesar del dolor, Fernanda mantuvo un fuerte vínculo con sus nietos y con la familia real monegasca, siendo una figura central en sus vidas.
Carolina de Mónaco y Stefano se conocieron en 1982 a través de amigos en común, iniciando un romance que pronto culminó en matrimonio. La pareja contrajo nupcias civiles el 29 de diciembre de 1983 en el Palacio de Mónaco, marcando una etapa de estabilidad emocional para la princesa tras su turbulento primer matrimonio con Philippe Junot. Sin embargo, la estabilidad se quebró con la muerte de Stefano, un suceso que llevó a Carolina a guardar luto durante casi seis años.
Fernanda Casiraghi, aunque alejada de los focos, siguió siendo una figura importante en la historia de la familia. Su fortaleza se destacó en momentos clave, como cuando la Iglesia Católica reconoció la legitimidad de los hijos de Carolina y Stefano en 1993, asegurando su lugar en la línea de sucesión al trono de Mónaco. Este hecho consolidó aún más los lazos entre las familias Casiraghi y Grimaldi.
En el momento de su fallecimiento, los príncipes Carolina y Alberto II de Mónaco se encontraban en París. Alberto participó en la reapertura de la catedral de Notre Dame, mientras que ambos asistieron a la inauguración de un fresco en honor a su abuelo, John B. Kelly. Aunque no pudieron estar presentes en Italia, se espera que la familia real monegasca rinda homenaje a Fernanda en los próximos días.
La longeva vida de Fernanda Casiraghi refleja los cambios y desafíos de un siglo lleno de transformaciones. Nacida en una época marcada por la guerra, supo enfrentar las adversidades con dignidad, siendo un ejemplo de resiliencia para su familia. Su relación con sus nietos Andrea, Carlota y Pierre, así como con Carolina, fue fundamental para mantener los lazos entre las dos familias.
El legado de Fernanda se extiende más allá de su papel como madre y abuela. Representa la unión entre dos mundos: el empresarial y el aristocrático. Su vida estuvo rodeada de lujo, pero también de dolor, algo que compartió con discreción y fortaleza.