Isabel Coixet es una autora muy reconocible más allá del cine: una creadora de historias que habla con el silencio, con la memoria y con los huecos que dejamos implícitos. Aunque el público la conoce por películas como La vida secreta de las palabras o Mi vida sin mí, la cineasta catalana ha explorado otros caminos creativos durante años. Uno de esos caminos son los collages que ahora presenta en Madrid, un formato humilde que parece un viaje personal entre retazos de papel y fragmentos visuales.
Detrás de esta propuesta está PhotoEspaña 2025, el gran festival internacional de fotografía que se celebra hasta el 14 de septiembre en numerosas sedes de Madrid. En el Museo Thyssen-Bornemisza —una de sus sedes clave en el eje Prado–Recoletos–Castellana—, Coixet muestra por primera vez en público unos cincuenta fotocollages bajo el título “Aprendizaje en la desobediencia”. Un título tan sugerente como el contenido que nos invita a retener y dejar caer.

Coixet se adentra en un terreno que parece íntimo y casi artesanal. Sus collages, elaborados durante años, recuerdan esos planos de rodaje tan cuidados que se escondían en los estudios de Hollywood: la lógica de colocar cada imagen en su sitio para crear una escena, un plano. Pero aquí no hay cámaras ni actores: solo papeles, fotografías fragmentadas y emociones cosidas con precisión. El resultado es un universo propio, vanguardista y conectado con esa tradición de artistas como Hanna Höch o Kurt Schwitters, que también trabajaron con lo fragmentario, con los restos y con la resistencia estética.
No es casualidad que la muestra esté comisariada por Estrella de Diego, figura de peso en el ámbito del arte contemporáneo, catedrática de Historia del Arte en la Complutense y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. De Diego señala un aspecto clave: “hay historias que se construyen a base de retazos, de fragmentos. Esperan y exigen del espectador el esfuerzo de llenar los huecos que la narración va dejando a su paso… De eso sabe mucho el cine: no basta con ver, debe haber un margen para las conclusiones”. Esa llamada al espectador para recomponer el sentido es, en buena parte, lo que sustenta tanto el cine como estos collages.

Desde la perspectiva del Museo Thyssen, el director artístico Guillermo Solana ha expresado que esta apuesta por lo contemporáneo, por lo inesperado, forma parte de una estrategia consciente: “Los artistas contemporáneos son los mejores mediadores (…) Nuestro empeño es mostrar al público general que el arte contemporáneo no es el coco”. En esa línea, la obra de Coixet se presenta como una pieza pequeña —como él mismo la describe— pero “especial”, un puente entre el cine, la fotografía y el collage, y una invitación visibilizar esa conexión profunda que hay entre narrar historias y jugar con la forma de contar.
La exposición podrá visitarse desde el 9 de junio hasta el 14 de septiembre, dentro de una programación de PhotoEspaña que reúne más de cien propuestas y adelantos de artistas como Dora Maar, Joel Meyerowitz o Ayana V. Jackson. Coixet, que nunca ha dejado de construir narrativas visuales —ya sea en cine o en papel—, nos ofrece hoy un espacio para detenernos: para mirar los fragmentos que ella eligió, para recomponer y, sobre todo, para sentir.

Visitar “Collages. Aprendizaje en la desobediencia” es aceptar un reto: el reto de acercarse a lo delicado, a lo discreto. Aprovechar ese margen que deja el collage para llenarlo de significados, experiencias personales y pequeñas revelaciones. La obra de Isabel Coixet regresa al museo, y lo hace con el don de lo inesperado: enseñarnos que bajo la aparente fragilidad de un trozo de papel, hay una fuerza narrativa dispuesta a encontrarse con quien quiera escucharla.