
Islas Baleares tiene un gran patrimonio de molinos de viento
Las Islas Baleares cuentan con uno de los patrimonios molineros más extensos y singulares del Mediterráneo. Lejos de ser simples vestigios del pasado, los molinos de viento del archipiélago representan hoy una fusión entre tradición, tecnología y sostenibilidad. Esta red de ingenios, repartidos entre Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, ha pasado de ser una pieza clave en la agricultura y el abastecimiento de agua a convertirse en símbolo de identidad cultural y motor de innovación energética.

Mallorca concentra la gran mayoría
Mallorca es la isla con mayor concentración de molinos, se calcula que hay unos 3.000. Estas estructuras fueron fundamentales para transformar zonas pantanosas como el Pla de Sant Jordi en tierras cultivables. Municipios como Campos o sa Pobla deben parte de su desarrollo agrícola al trabajo silencioso de estos gigantes de viento. Aunque muchos quedaron en desuso con la llegada de los motores eléctricos en los años 60, algunos han resurgido con nuevas funciones. El proyecto Alcúdia Tech Mar, por ejemplo, impulsa la conversión de antiguos molinos en generadores de energía para una futura planta de hidrógeno verde. Además, varios se han restaurado como puntos turísticos o espacios de hostelería.

Tradición y tecnología
En Menorca, los molinos están estrechamente ligados a la historia agrícola y a la autosuficiencia insular. El conjunto de Sant Lluís, que incluye el Molí de Dalt convertido en museo, permite entender cómo se transformaba el grano en harina en siglos pasados. Otras construcciones, como el Molí vell de Maó o el Molí des Racó en Es Mercadal, se mantienen en pie como parte del paisaje urbano o reconvertidos en negocios, conservando su valor patrimonial.

Los molinos de viento ayudan a entender la historia de las islas
Ibiza presenta un conjunto más reducido, pero con gran carga simbólica. El Puig des Molins, que debe su nombre a los antiguos molinos que coronaban esta colina, es hoy un lugar cargado de significado cultural e histórico. A su valor molinero se suma la presencia de la necrópolis púnica a sus pies. El Molí de Puig d’en Valls y otros restos hidráulicos completan un paisaje patrimonial que entrelaza el mundo agrícola con el arqueológico.

Una ruta por los molinos de viento con más encanto
Formentera, por su parte, guarda uno de los conjuntos más evocadores del archipiélago. El Molí Vell de La Mola, restaurado y abierto al público en verano, domina el altiplano de El Pilar de la Mola. A su alrededor, otros cinco molinos harineros históricos y el molino aguadero de Caló d’en Trull testimonian el ingenio con el que los habitantes de la isla gestionaban recursos vitales como el agua. En todas las islas, estos elementos del pasado se revalorizan hoy como herramientas educativas, turísticas y sostenibles, recordando que el viento, igual que la historia, siempre encuentra formas de seguir moviéndose hacia el futuro.